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proponen cambiar el nombre a la comunidad de ciénaga de Barahona por “ lA Guanábana “

LA CIÉNAGA DE BARAHONA: ¿CAMBIO DE NOMBRE?
Por el Prof. Silvio Noé Féliz Villanueva (autor del libro “La Ciénaga de Barahona: Origen y Evolución Socio-Histórica”).

En los últimos días y por diversos medios algunos cienagueros guanabaneros han lanzado una propuesta considerando que a La Ciénaga de Barahona se le debería cambiar el nombre. Basado en ese motivo, yo ahora me dispongo, como un cienaguero más, a expresar mi opinión.

No es la primera vez que esto sucede. En décadas pasadas muchas personas, principalmente personas visitantes, propusieron ponerle a La Ciénaga el nombre de El Guanabanal, por la abundancia aquí en grandes cantidades del árbol de la guanábana. Eso fue ya entrado el primer cuarto del siglo XX. En 1953, a raíz de posesionarse a la Virgen de Fátima como patrona del poblado, Fray Leopoldo de Ubrique hizo una propuesta para que el poblado llevara el nombre de Villa Fátima, un nombre muy bonito, por cierto, pero que no prosperó. El escritor Ángel Augusto Suero, en su libro “José Valverde: una alma inolvidable” y otras obras de su autoría, la llamó El Tremedal, y aunque este nombre significaba La Ciénaga, tampoco tuvo éxito.

Ahora han surgido nuevas opiniones que van en esta dirección. Las respeto, pero no las comparto. Quiero recordarles a los que así piensan que la identificación de La Ciénaga surgió en el mismo momento en que los primeros pobladores llegaron a este lugar. Al llegar éstos observaron el relieve descubriendo, no una, sino diversas ciénagas, por lo que el primer nombre resultó ser el de Las Ciénagas, en plural. Luego, en aras de pronunciar el nombre con mayor facilidad, pasaron a usar el, o sea, La Ciénaga.

No estamos de acuerdo con el cambio de nombre así de manera fácil o caprichosa, porque con ello corremos el riesgo de negar nuestros orígenes. Es como negar la guanábana, que está muy ligada a la historia del pueblo y que merece hablar de ella cuando se habla de La Ciénaga. Antes, por el mes de mayo, las fuertes lluvias (se pasaba el mes entero lloviendo) no permitían que se cosecharan con éxitos las habichuelas, víveres y otros productos comestibles. Por esa razón el cienaguense acudió a la guanábana como producto alimenticio y económico. Cuando finalizaba la cosecha del café, la guanábana volvía a ser igualmente nuestro sustento económico. Fue, además, usada, para alimentar a los cerdos y también los pescadores la utilizaban para carnada en la red de pesca. Por eso se hizo símbolo e historia. La guanábana fue creadora del baile “Guanábana úúúúúú, que tá pintá”, el cual, según estamos viendo, pronto no volveremos a cantar jamás. Tampoco volveremos a probar la sabrosa champola. Cuando llegaban a la región los camiones compradores de guanábana, las que pertenecían a la zona de La Ciénaga eran apartadas como las mejores, por su jugosidad y calidad. Dejaremos de cantar también el “Himno a La Ciénaga”, escrito por el más grande escritor y poeta del Sur en la actualidad, don José de Rosamantes; a José Remedio Guevara que se olvide del “Ciénaga, Ciénaga, Ciénaga, levanta tu voz”; el poeta Esmero Adágil no podrá decir ya “Ciénaga de mis amores”; y Gerson Terrero Amador habrá de destruir sus escritos inspirados por un pueblo hecho de aguas. Cambiar el nombre de un pueblo sin una razón muy poderosa y valedera no es cosa fácil y espero que así lo entiendan esos muchachos jóvenes que tienen esa propuesta.

Si cambiamos de nombre también olvidaremos que los burros y los mulos quedaban atrapados en el lodazal y que hombres y mujeres usaban palos llamados levas para liberarlos. Borraremos de nuestras memorias que los vehículos quedaban atascados y que se juntaban decenas de hombres y mujeres con picos y palas para que el vehículo pudiera moverse del fango. Y no podremos decirles a las futuras generaciones que los mangos se recogían nadando en ciertos lugares. Digo todo esto porque se ve clara la tendencia actual para que olvidemos así por así nuestros orígenes, nuestra identidad y nuestra historia.

El cambio de nombre de La Ciénaga lo veo muy difícil y no lo comparto. Pero como nada es imposible en esta vida, y si en caso una mayoría finalmente logre imponer el cambio, espero que no se olviden de un número importante de personajes que merecen ser recordados y tomados en cuenta: Jhon Genaro (Genaro El Inglés), Magdalena Guevara, Mauricia Medina, Ignacio Villanueva y María del Pilar de La Cruz Cuevas, que encabezaron a las familias fundadoras y de los cuales desciende la inmensa mayoría del cienaguero. Tampoco se pueden olvidar los nombres de mujeres luchadoras como Eulogia Santana, Ramona Guevara y Julia Madora. También no olvidarse de hombres de historia que tumbaron gobiernos como Tomás Cuevas, Jovino Guevara, Juan Gómez, Pedro Guevara, Alfonso Urbáez y el principal hombre que recoge la historia cienaguera: el legendario Emiliano Pimentel (Millán).

Por último quiero decirles que en caso de modificársele el nombre a La Ciénaga, ello tendría un impacto total en la actualidad del pueblo. Tendrán que destruir el monumento de bienvenida al pueblo que está terminando ya la alcaldía y que todo el cienaguero anhelaba. Y si es porque hemos avanzado y ahora a una parte del pueblo le da vergüenza llevar el nombre surgido del chapoteo del lodo, ese desarrollo se lo debemos a nuestros hombres y mujeres trabajadores y trabajadoras, y muy especialmente a los estudiantes que, llevando en alto el nombre de LA CIÉNAGA, desafiaron las dificultades y hoy son profesionales que ejercen sus profesiones con responsabilidad, eficacia y eficiencia, sin nunca olvidarse de sus orígenes aunque tengan buenas posiciones sociales, políticas o económicas. Y ese origen tiene un nombre que a la vez es su identidad: La Ciénaga.

Si el cambio de nombre de La Ciénaga se hiciera posible, tal vez mi libro “La Ciénaga de Barahona: Origen y Evolución Socio-Histórica” dejaría de tener razón de ser.   

Muchas gracias.

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